jueves, 22 de mayo de 2014

Un poco sobre el poeta jerezano

Poeta por don y esfuerzo.
Biografía.
Originario de Jerez, Zacatecas el 15 de junio de 1888 y muere el 19 de junio de 1921, su nombre completo fue Ramón Modesto López Velarde Berumen.
Fue el primero de nueve hijos de José Guadalupe López Velarde (abogado) y Trinidad Berumen Llamas, terratenientes locales. Su padre, tras no fungir como abogado, fue fundador de un colegio católico en Jerez.
Ramón, de educación completamente católica, fue enviado a estudiar al seminario de Zacatecas, donde permaneció dos años, ya que su familia decidió mudarse y así se trasladó al seminario en Aguascalientes. Más tarde, en 1905, decide cambiarlo por la carrera de Leyes.
Durante su juventud fue enviado a una escuela para mujeres donde, se dice, prendió a tratar a las mujeres. Fue en esos tiempos donde conoció a Josefa de los Ríos, pariente lejana (cuñada de un tío) y ocho años mayor que él, es a ella a quien después llamara Fuensanta.
En 1908 comenzó sus estudios en Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí, sin embargo tuvo que regresar al poco tiempo; su padre murió y dejó a la familia en una tremenda crisis económica.
En 1910 Conoce a Fco. I. Madero, se adhiere a su causa y quizá, colabora en la formulación del Plan de San Luis Potosí, pero no se entrega a la aventura de la revolución.
Tentado por la política, en 1911 se presentó a las elecciones como candidato suplente en Jerez, en el listado de los partidarios católicos.
Ya en 1914, viajó al D.F. para trabajar y sustentar así a su familia, donde se instauro, primero, como abogado y después en las secretarias de Gobernación y Relaciones Exteriores.
Publicó sus crónicas políticas en varios periódicos: El Regional de Guadalajara (1909), La Nación (1912), El Eco de San Luis (1913), El Nacional Bisemanal (1915-1916), Revista de Revistas (1915-1917), Vida Moderna (1916) y Pegaso (1917).
Pero es a partir de 1915 cuando empieza a escribir sus poemas más personales, destacando la añoranza de su pueblo natal (Jerez) y su primer amor; Fuensanta.
Ramón López Velarde llevó la poesía mexicana a un nuevo puerto; encendió el color de las palabras: la vida y la muerte, la religiosidad y el erotismo, la alegría y la zozobra, además, supera por mucho el amor a lo decorativo –característica de modernismo- tocando fibras sensibles del pensamiento y el sentimiento.
Su trayectoria concluye en un solo puerto: la mujer.
Unos podrán amar su obra por lo cautivante de la provincia y por la esencia del México más hondo que nos deja entre ver.
En 1916 se publica su primer libro, Sangre devota en el que delata al provinciano que aún no olvida su provincia, tiene un mundo imaginativo y temático que está formado por objetos culturales de carácter especialmente provinciano y de inicios del siglo; nociones de su educación católica (religiosas, litúrgicas y bíblicas). Pero el secreto  no está en las materias primas de su poesía sino en su peculiar disposición en el poema.
En el poeta, el polo del bien y la religiosidad están de la mano de su provincia y su infancia; íntimamente ligados.
Revelador de sustancias eróticas, litúrgicas y costumbristas con las cuales, Velarde descubre la materia de su espíritu.
Su principal inspiración, Josefa de los Ríos, Fuensanta para él. Ese amor no rebasó el límite de los versos y con él, Velarde perdió las amarras de la adolescencia.
Zozobra es su segundo libro publicado en 1919. En este libro, Velarde habla de sus experiencias en la ciudad a las cuales, él llama “Flores de pecado”.
En 1919, tiene 31 años; sigue soltero y amando a todas las mujeres.
Dos años después, en 1921, muere asfixiado por la neumonía y la pleuresía, derivadas de un paseo nocturno en el frío valle mientras hablaba de Montaigne.
Cabe mencionar que una gitana le anunció la muerte por asfixia y así fue.
Su contexto era un período de la historia política, llamado revolución.
A pesar de su temperamento reaccionario que él mismo confesaba, debió convivir con una violencia que tanto se le oponía. Alude a este aspecto el ensayo Novedad de la patria:
Una patria pomposa (…), honorable en el presente y epopéyica en el pasado (…).
Casi la confundimos con la tierra (a la Patria) (…)
A la nacionalidad volvemos por amor…y pobreza. Hijos pródigos de una patria que ni siquiera sabemos definir, empezamos a observarla (…). Bebiendo la atmosfera de su propio enigma, la nueva patria no cesa de solicitarnos con su voz ronca, pectoral. El descuido u la ira, los dos enemigos del amor.
Son la contribución revolucionaría de quien políticamente se sentía un reaccionario.
Su paradigma era el de la resurrección de la carne.
En la Sangre devota, Velarde cree en la posibilidad de satisfacerse con un tipo de amor lleno inocencia y sencillez y así, considera los placeres más complejos. Era totalmente necesario para él, el buscar la forma femenina en todas sus formas, aún en su condición pecaminosa.
He oído la rechifla de los demonios sobre
mis bancarrotas chuscas de pecador vulgar.
Sediento y a la vez repleto de pureza y erotismo, dejó un camino (el de su educación) para desbocarse en otro (“mundano”).
Un sentimiento de frustración por todo lo que anheló, marca toda su poesía. En Sangre devota, ese sentir parte de la castidad y la inocencia y llega hasta la caída de sus afanes eróticos. EnZozobra, el sentimiento de lo perdido tiene otros tonos; se transforma en plenitud para después retornar al sentimiento de la frustración, pero ahora, más allá la muerte.
La vida de él poeta, fue, para él mismo, un estado de nostalgia y una mina de insatisfacciones, sentimiento que ha de ser su cruz hasta la muerte.
El poeta jerezano veía en la muerte algo que rebasa la carne. La muerte fue para él, la destrucción del templo:
Señor Dios mío: no vayas
a querer desfigurar
mi pobre cuerpo, pasajero
más que la espuma del mar.
Además, de que ésta imagen de la muerte es una presencia constante en sus imágenes eróticas; el poeta abraza conscientemente su destino fatal.
Genaro Fernández Macgregor (jurista y académico de la UNAM en 1946), ha apuntado que la poesía de López Velarde pasa, de la objetividad del primer libro, a su propio mundo enigmático y diverso para el cual lo exterior, sólo fungía como símbolo.

“Poeta de su propio mundo, antes que de cualquier otro. López Velarde acertó a expresarlo en un mágico lenguaje poético cuya calidad tiene escasos paralelos.”

Bibliografía
Ramón López Velarde, Obras.
Edición de José Luis Martínez.
Primer edición, 1971.
Primera reimpresión, 1979.
Biblioteca americana.
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA.

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